Al analizar diversas clases de activos, emerge una constante que ha demostrado su fortaleza a lo largo del tiempo: la inversión en propiedades. Su atractivo radica en una serie de fundamentos que la distinguen de instrumentos puramente financieros, ofreciendo una estabilidad que resulta particularmente valiosa en mercados turbulentos.
Los bienes raíces y su capacidad para resistir turbulencias
A diferencia de las acciones, cuyo valor puede fluctuar drásticamente en función de la percepción del mercado y los resultados empresariales a corto plazo, o de los bonos, sensibles a las variaciones en las tasas de interés y el riesgo crediticio, los bienes raíces se fundamentan en una serie de pilares más firmes:
- Naturaleza intrínseca y valor de uso: Una propiedad es un activo físico con una utilidad inherente. Proporciona un espacio para vivir, trabajar o desarrollar actividades comerciales. Esta funcionalidad básica le otorga un valor fundamental que trasciende las fluctuaciones especulativas de los mercados.
- Respaldo en una necesidad esencial: La vivienda y los espacios funcionales son necesidades primarias. Esta demanda constante, impulsada por el crecimiento demográfico y la actividad económica, establece un suelo para el valor de las propiedades a largo plazo.
- Potencial de generación de renta: Los inmuebles ofrecen la posibilidad de obtener ingresos periódicos a través del arrendamiento. Este flujo de caja constante puede actuar como un escudo protector frente a la incertidumbre del mercado, proporcionando estabilidad financiera.
- Protección contra la erosión monetaria: Históricamente, los bienes raíces han actuado como un resguardo contra la inflación. A medida que el costo de vida aumenta, el valor de las propiedades y los alquileres tienden a seguir esta tendencia, preservando el poder adquisitivo del inversor.
- Valoración ligada a factores tangibles: El valor de una propiedad está intrínsecamente ligado a factores concretos como su ubicación, tamaño, calidad de construcción, infraestructura circundante y potencial de desarrollo. Estos elementos evolucionan de manera más gradual y predecible que el sentimiento del mercado financiero.
- Menor susceptibilidad a la especulación a corto plazo: Si bien los mercados inmobiliarios tienen sus propios ciclos, la naturaleza ilíquida de los bienes raíces y los costos asociados a la transacción tienden a reducir la especulación frenética a corto plazo, lo que contribuye a una mayor estabilidad de precios.
En un entorno económico caracterizado por la inestabilidad, la búsqueda de inversiones que ofrezcan solidez y preservación del capital se vuelve primordial. Los bienes raíces, con su conexión a necesidades fundamentales, su potencial de generación de renta y su capacidad de protección contra la inflación, representan una opción de inversión que ha demostrado su resiliencia a lo largo de la historia.
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